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Desempleo, inflación, flexibilización cuantitativa. Hacia dónde vamos en el 2022?

Imaginemos una historia de un profesional que cobra US$ 20 la hora por sus servicios y puede trabajar de forma rentable a US$ 15 la hora, y escoge no hacerlo. Su opción es totalmente voluntaria.


Visto desde cierta perspectiva, esta situación se puede denominar desempleo como una opción a no trabajar donde el supuesto clave es que cada persona optimiza su tiempo escogiendo su mejor opción disponible. El trabajo está siempre disponible a algún precio.

Los gobiernos del mundo están ampliando la oferta de dinero en un intento por aumentar el empleo y solo han logrado generar una mayor inflación, porque la expansión monetaria no ha hecho nada por aumentar la oferta de personas que deseen trabajar. En consecuencia, la política monetaria debería apuntar únicamente al objetivo de estabilizar los precios.


En otra arista, analizamos la visión de la flexibilización cuantitativa como el resultante de comprar bonos para reducir las tasas de interés de los ahorros y los préstamos, lo que debiese ayudar a mantener la inflación baja y estable con el objetivo de generar nuevos empleos e ingresos de las personas. Pero, el problema con la flexibilización cuantitativa en relación al programa de compra de bonos emprendido por la Reserva Federal en Estados Unidos funciona en la práctica, pero no funciona en la teoría y podríamos decir lo mismo sobre la política macroeconómica en general, en el sentido de que no hay ninguna teoría sólida que la respalde. Un buen ejemplo de esta materia es como vemos a los gobiernos estimulando la economía para luchar contra el desempleo, pero con una teoría que niega que exista un desempleo contra el cual luchar en un momento donde la economía ha regresado a lo que era hace un siglo: el estudio de la asignación de recursos determinados junto a la teoría cuantitativa del dinero.


Para mantener la inflación en el objetivo, generalmente cambiamos la tasa de interés clave en la economía llamada tasa bancaria. Los cambios en la tasa bancaria influyen en la cantidad de interés que obtiene de los ahorros y la cantidad de interés que paga en un préstamo. Eso afecta la cantidad de gasto en la economía y, por lo tanto, ayuda a que la inflación suba o baje.


Daron Acemoglu del MIT, David Laibson de la Universidad de Harvard y John List de la Universidad de Chicago identifican tres categorías de empleo no voluntarios: friccional, estructural y cíclico.

· El desempleo friccional ocurre porque buscar un trabajo toma tiempo.

· El desempleo estructural surge porque las rigideces salariales impiden que la cantidad de mano de obra coincida con la cantidad que se ofrece.

· El desempleo cíclico o de corto plazo sucede debido a shocks tecnológicos, cambio de necesidades y factores monetarios y financieros, y es amplificado por la rigidez salarial descendente.


Las teorías económicas modernas sostienen que los obstáculos a un pleno empleo no son inherentes sino contingentes. Por ende, se pueden ir reduciendo con reformas al mercado laboral diseñadas para flexibilizar salarios rígidos, y por una mejor regulación de los bancos. En una desaceleración cíclica –un estado de desequilibrio- la mayoría de los economistas aceptan de mala gana que una política expansionista puede aumentar la demanda de corto plazo de mano de obra incluso a la tasa salarial prevalente.


Las políticas de estímulo no precisan de teorías y pueden ser monetarias o fiscales. Los bancos centrales pueden aumentar la oferta de dinero a las empresas privadas con el fin de alentarlas a contratar más personas.


A partir del 2020 la nueva crisis del COVID ha puesto que una gran cantidad de dinero en la denominada flexibilización cuantitativa, recurso que han sido acumulados, y no gastados.

Desde mediados del 2021 se ha reabierto la economía y han desaparecido las razones prácticas para la expansión monetaria y fiscal. Los comentaristas financieros generales creen que la economía volverá a ser como antes. Ha llegado el momento de ajustar las políticas monetaria y fiscal, porque al continuar la expansión de una o ambas solo conduciría a un alza inflacionaria.

Debiésemos respirar aliviados donde el gran trauma ya pasó y transitar a reanudar la vida normal sin el nivel de desempleo ficticio actual.


Hemos vivido uno de los colapsos más violentos de la vida económica en los últimos cien años. Sin embargo, la economía, el estudio científico de la vida económica, ha hecho un trabajo excepcionalmente pobre al explicarlo. Porque, de acuerdo con las teorías económicas dominantes, no debería haber ocurrido una recesión de esta escala. Y también tenemos muy poca idea sobre cómo detener una sucesión de crisis de este tipo que nos azotan en el futuro.


Durante los últimos veinte años, la economía dominante ha enseñado que los mercados se ordenan continuamente. La gran idea era que, si los sueldos y los precios eran completamente flexibles, los recursos se emplearían por completo. Cualquier choque al sistema resultará en un ajuste instantáneo de salarios y precios a la nueva situación. Pero, esta capacidad de respuesta de todo el sistema dependía de que los agentes económicos tuvieran información perfecta sobre el futuro. Esto es manifiestamente absurdo.


En la actualidad, la primera lección parece haberse asimilado con varios paquetes de rescate y estímulo que han estimulado las economías deprimidas lo suficiente como para darnos una expectativa razonable de que lo peor de la recesión ha pasado. Pero, a juzgar por las recientes propuestas de Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Europea para reformar el sistema financiero, no está nada claro que se haya aprendido la segunda lección. Necesitamos pocas reformas cosméticas para normalizar la economía en el mundo y mucha voluntad política para ejecutarlas.


Hay un camino mejor. Deberíamos centrarnos en cómo se puede medir el problema actual, más que en cómo se originó. A menos que los fenómenos puedan dominarse mediante el cálculo, seguirán siendo abstracciones, alimentando el nerviosismo y las recriminaciones. Debemos lograr un consenso sobre las soluciones al desempleo, la inflación y la flexibilización cuantitativa y generemos esfuerzos para el desarrollo económico del mundo a partir de 2022 en inversiones de capital humano -salud y educación-, infraestructura -energía, y transporte- y en las empresas.



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