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Disfrutando de 88 años de una buena compañía

Mi papá debiese ser dado de alta hoy desde la Clínica. Esta segunda pasada por la clínica, en menos de un mes, me permitió reflexionar mucho sobre la bondad de tener padres mayores y lo que nos cuesta acompañar la vejez y el deterioro de quienes nos dieron la vida.


Pero mi héroe más fantástico fue siempre él.

Hoy ya camina poco y desde su silla espera como un niño que lo sorprenda. Cincuenta años después, quien inventa las historias soy yo. Al principio me entristecía, pero hoy disfruto y le devuelvo algo de lo mucho que él me dio de chico: una buena conversación.


Estamos preparados, aunque muchas veces no sepamos cómo, para criar a nuestros hijos. Pero no lo estamos de ninguna manera para hacerlo con nuestros padres.


Mi papá tiene diagnosticado un cáncer a la próstata que avanza a una velocidad mayor de que hace dos años, una fibrosis pulmonar que hace que el tejido se vuelva grueso y duro y le dificulta recuperar el aliento y una demencia senil en fase intermedia.


Cuidarlo es empezar también a decirle adiós. Cuidarlo es devolver con amor mis primeros años de vida plenos de felicidad y cariño.


Construí una caja de herramientas en la que puse un par de cosas. La primera de ellas es devolver la paciencia que debe de haber tenido cuando yo era un niño, y claro, si no se acuerda de las cosas y si se demora en llegar a algún lugar, resulta difícil, pero agrego mucha paciencia. Luego sumo creatividad para enfrentar esta realidad y buscar momentos de encuentros, disfrutar de aquello que se pueda, aprovechar para preguntar todo lo que queremos saber de nuestra historia, ser imaginativos ayuda a superar momentos difíciles de nuestras vidas.


Y la última herramienta, el humor que nos salva, que nos hace más libres y que tiñe la vida de una paleta de colores maravillosos.




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