El paradigma de las megaciudades se está cerrando
Las extensas cuarentenas en respuesta al COVID-19 han alterado la percepción del espacio geográfico de miles de millones de personas. Durante semanas, las interacciones sociales y profesionales se realizaron con tecnologías digitales que comprimieron la distancia física y desdibujaron los límites entre el mundo digital y el real. Es probable que este experimento socioeconómico sin precedentes tenga efectos duraderos, transformando potencialmente muchos aspectos de nuestras vidas induciendo a las personas a repensar dónde quieren vivir. La jerarquía del núcleo urbano y la periferia, predominante en el mundo occidental desde la primera Revolución Industrial, podría cambiar.
Los economistas han intentado durante mucho tiempo comprender qué hace que las ciudades sean tan especiales donde la proximidad crea una atmósfera ideal para las empresas mantengan una inspiración con nuevos inventos a través de un proceso de imitación e innovación. Además, las ciudades tienden a tener fácil acceso a una gran cantidad de mano de obra calificada y proveedores especializados de insumos intermedios.
Inevitablemente, a medida que una ciudad prospera y atrae más talento y capital, muchas otras ciudades se vuelven menos relevantes económicamente. Por eso siempre ha habido jerarquías urbanas claramente discernibles que a su vez corresponden a disparidades de riqueza.
Las grandes ciudades han seguido prosperando y creciendo, incluso cuando la globalización y la disminución de los costos de transporte han llevado a muchas empresas a difundir su capacidad de producción en todo el mundo. La razón de esta expansión urbana continua es simple: los trabajos basados en el conocimiento en los centros tecnológicos y financieros dependen en gran medida de interacciones cara a cara que permiten a quienes los poseen mantenerse a la vanguardia.
Las nuevas tecnologías reducirán el incentivo para agruparse y modificarán las jerarquías urbanas. Las plataformas digitales brindan oportunidades para interacciones sociales y profesionales remotas. Las teleconferencias, las herramientas de colaboración virtual y muchas otras innovaciones han demostrado ser eficaces para aprovechar algunos de los beneficios de la comunicación a distancia. El potencial ahora se está materializando a gran escala.
Si la demanda de encuentros cara a cara cayera permanentemente, los costos de aglomeración de las ciudades caras, contaminadas y congestionadas podrían comenzar a superar los beneficios, y colaborarían a que los profesionales calificados se muevan hacia ciudades más pequeñas, donde disfrutarían de un mayor poder adquisitivo y un estándar más alto.
Sin duda, un cambio estructural que se aleje de las megaciudades altamente concentradas no tendría precedentes históricos. En el pasado, cuando la gente abandonaba una ciudad en declive, era para seguir la capital y las oportunidades laborales hasta el siguiente centro importante. Pero ahora, el movimiento podría ir en la dirección opuesta: desde áreas urbanas ricas hasta áreas económicamente deprimidas, donde aquellos con ingresos disponibles pueden disfrutar de una vida significativamente mejor mientras mantienen trabajos que tienen su sede en otros lugares. Esto representaría no solo una reordenación sino también un cambio de las jerarquías urbanas tradicionales.
Esto no sugiere que las ciudades van a morir y que debamos pensar que la vida virtual será un sustituto perfecto de la realidad. Con el tiempo, la afluencia de trabajadores calificados a ciudades marginadas podría crear economías locales más dinámicas y resilientes, preparando el terreno para un modelo de crecimiento más equilibrado geográfica y socioeconómicamente.
Los gobiernos deberían tratar de facilitar dicha transición mediante la construcción de una infraestructura digital adecuada en las áreas periféricas, proporcionando créditos fiscales para la reubicación y ampliando los incentivos para realizar de manera productiva el trabajo remoto.
Hasta hace unos meses, a principios del 2020, las megaciudades eran el futuro. Pero en un mundo postpandémico, la ciudad mediana tendrá mucho que decirnos.
