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El progreso tecnológico mundial versus el agravamiento de tensiones entre Estados Unidos y China

El agravamiento de tensiones entre Estados Unidos y China aumenta la probabilidad de que se produzca una profunda división tecnológica mundial que obligue a otros países a elegir uno de los bandos. Existe una abundancia de escenarios preocupantes, con fracturas irremediables entre las tecnologías básicas de las que depende una amplia variedad de productos y servicios, desde la aeronavegación y los autos hasta la ingeniería de precisión en la robótica y los sistemas de pago para el comercio electrónico. Si esos escenarios se materializaran, las dos economías más grandes del mundo dedicarán inmensas cantidades de recursos a una competencia de suma cero por el control de las tecnologías de avanzada.


Estados Unidos y China comprenden el papel central de la tecnología como motor de sus economías y del desarrollo global. También saben que su dominio y la protección de los derechos de propiedad intelectual pertinentes pueden reforzar su seguridad nacional e influencia geopolítica, lo cual tendrá importantes efectos de retroalimentación sobre el crecimiento sostenido y la resiliencia de ambos países.


En el mediano plazo, Estados Unidos enfrenta un duro desafío a su dominio tradicional en ciencia e ingeniería y a su capacidad para la producción de componentes críticos. Por ejemplo, a pesar del papel de las empresas americanas en el diseño de los semiconductores, su cuota de producción mundial disminuyó desde un 37% en 1990 a sólo el 12% en el trimestre de 2021.


China, a pesar de los avances obtenidos, sigue muy lejos de la frontera tecnológica en muchos productos como por ejemplo, la fabricación de chips y la de aviones. El país desarrolló un extenso y variado ecosistema industrial y tiene una capacidad excepcional para producir con rapidez y en gran escala y está cerca de los primeros puestos en las clasificaciones mundiales por cantidad de patentes y gasto en investigación y desarrollo. Pero es vulnerable en muchas áreas. Importa cada año una gran cantidad de millones de dólares en semiconductores y la mitad los destina a la fabricación de productos para exportación.


Otras economías avanzadas con capacidad para diseñar o fabricar componentes críticos en las cadenas de suministro de semiconductores como Japón, Corea del Sur, Taiwán y los Países Bajos quedaron en medio de las tensiones chino americanas, y será inevitable para estos países tener que ser muy cuidadosos en sus cálculos futuros, con atención a las situaciones geopolíticas, además de las materias comerciales.


El resultado más probable a mediano plazo es que conforme los países se esfuercen cada vez más en reducir vulnerabilidades, habrá una bifurcación tecnológica que se mantendrá contenida. Empresas americanas ya están construyendo fábricas de semiconductores de avanzada y China está reclutando talento internacional y aumentando la I+D en semiconductores, software y comprando la maquinaria y el equipamiento necesarios para su producción.


En tanto, otros países están apelando a una variedad de opciones, que incluyen la creación de alianzas que les garanticen el suministro de componentes críticos, el desarrollo de capacidades propias para obtener interoperabilidad entre diversos estándares tecnológicos y un incremento de la exportación de productos y servicios más elaborados y junto a estas materias, tomar una buena posición negociadora frente a Estados Unidos y China.


Pero a más largo plazo, el mundo necesita una acción multilateral más decidida en favor de la cooperación tecnológica internacional. Por eso es necesario que economías desarrolladas y emergentes por igual enmarquen las tensiones tecnológicas en un contexto más amplio.


El primer paso a dar debiese ser recordar siempre que las aperturas económicas siempre son enorme motor de crecimiento y bienestar. En Asia, da testimonio el veloz desarrollo de Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong, pese a la casi total ausencia de recursos naturales y lograron industrializar y modernizar sus economías gracias a la globalización.


Además, ninguna economía, por más grande o avanzada que sea, puede dar la espalda a la globalización y confiar en que siempre tendrá la posición dominante en todos los productos de alta tecnología, un suministro seguro de componentes críticos y la capacidad de operar en una red cada vez más compleja de procesos de producción entrelazados. En esto también los semiconductores son un ejemplo excelente: su cadena de producción es extraordinariamente compleja y depende de cientos de insumos procesados y producidos con herramientas de avanzada en todo el mundo. El mero hecho de entrar en el sector demanda una inversión inmensa en I+D y un largo tiempo de espera en la generación de cada fábrica.


Es verdad que cualquier país puede reducir su vulnerabilidad a cambios externos adversos; pero eso supone costos inmensos, sobre todo si el objetivo es lograr autosuficiencia total y rentabilidad en la mayor cantidad posible de productos tecnológicos.


En vista de estas condiciones, es necesario favorecer la globalización sobre la base de acuerdos multilaterales donde la prioridad debiese orientarse a generar una aceleración y ampliación de la difusión de avances tecnológicos a las economías desarrolladas y a las emergentes, a fin de reducir sus vulnerabilidades y facilitar el avance de las segundas y esto incluye la transferencia tecnológica.

Las autoridades también deben ampliar el alcance de los acuerdos de comercio e inversión para salvaguardar los intereses de empresas, trabajadores y países y minimizar al mismo tiempo las externalidades negativas del proteccionismo. Esto puede incluir la ampliación de los tratados de libre comercio con la incorporación de capítulos dedicados a las cuestiones tecnológicas y anexos relativos a la protección de los derechos de los trabajadores de bajos ingresos y vulnerables.


Nada de esto se dará en forma espontánea. Pero el sector corporativo tal vez pueda ayudar a encontrar una salida constructiva que no debilite los intereses de seguridad nacional.


Evitar una divergencia tecnológica a gran escala dependerá en gran medida de las políticas que adopten Estados Unidos y China. Pero si el resto del mundo no se deja arrastrar a la fractura chino americana, podrá ayudar a promover la creación de un nuevo consenso basado en la confianza y en la idea compartida del progreso tecnológico al servicio de todos.




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