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Europa como el socio principal de las naciones en 2030

La elección de Joe Biden como próximo presidente de Estados Unidos ha generado esperanzas en Europa de que la relación vuelva a retomarse. Sin embrago, la nueva administración de Estados Unidos solo valorará la relación con Europa en la medida en que aporte un valor real con una Europa más fuerte y que asuma más responsabilidades globales.

La Unión Europea necesita llegar a una autonomía estratégica que refuerce alianzas y preserve al compromiso con el multilateralismo. En la actualidad, enfrenta graves retos estratégicos en un contexto internacional tan polarizado como el actual donde aumentan las rivalidades geopolíticas y la competencia entre grandes potencias. Ya lo dijo Angela Merkel en una ocasión que los europeos tienen realmente que tomar las riendas de su propio destino.


Durante mucho tiempo, el debate sobre la autonomía estratégica se ha centrado principalmente en temas de seguridad y defensa y no cabe duda de que la OTAN ha desempeñado un papel indispensable en la seguridad europea donde toda consolidación de la capacidad de seguridad debe desarrollarse en el marco de la alianza.


Los miembros de la OTAN están trabajando para cumplir, en 2024, con el compromiso de gastar el 2 % del PIB en defensa y generar la creación del nuevo Fondo Europeo de Defensa que representa un paso importante hacia la mejora de las capacidades de la industria militar europea.

Para tener éxito, Europa debe desarrollar su propio marco de seguimiento y análisis de las amenazas, de modo que pueda pasar rápidamente de la evaluación de amenazas a la generación de respuestas.

El debate sobre la autonomía estratégica ahora se extiende más allá de la defensa y seguridad y tal como lo ha demostrado la crisis del COVID-19, la salud pública y la interdependencia económica son también de gran importancia.


Consideradas aisladamente, las mascarillas y los medicamentos no son productos estratégicos. Sin embargo, la ecuación cambia cuando la producción de estos artículos se concentra en unos pocos países. Lo mismo sucede con el abastecimiento de metales raros, las redes sociales y otras plataformas digitales, y tecnologías como la 5G.


La Comisión Europea insiste que, para lograr la autonomía estratégica, será necesario también aprovechar al máximo el poder del mercado único europeo. Por su dimensión y alcance, el mercado único ofrece numerosos instrumentos para salvaguardar los intereses europeos en lo que se refiere a las infraestructuras críticas, la inversión extranjera, las subvenciones estatales y las exportaciones de comerciales y militares.


Los europeos ahora son más conscientes de las vulnerabilidades que genera una relación económica cada vez más desequilibrada con China, y están convertido la reciprocidad en un objetivo central en las negociaciones sobre nuevos acuerdos de inversión. El desarrollo económico de China y los beneficios que ha aportado a sus ciudadanos no son un problema para Europa, pero Europa no seguirá permitiendo que la expansión internacional de China se produzca a expensas de sus propios intereses y valores.

Europa en la actualidad mira a China como un socio importante, pero también como competidor y rival sistémico. Adicionalmente, el principal objetivo de la Unión Europea debe ser reforzar su papel y su influencia en el mundo y convertirse en un socio preferente para todas las naciones del mundo y bajo este concepto, la autonomía estratégica es esencial para lograr esta ambición.



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