Este año, la cara del trabajo cambió para siempre. El 2020 vio la rutina diaria con un nuevo aspecto. Atrás quedaron las rondas de café en la oficina y los grandes movimientos de autos y personas de las mañanas, ahora reemplazados con llamadas de Zoom y viajes diarios a tu sala de estar o comedor.
Los desafíos que enfrenta la industria de los espacios de trabajo conjunto (coworking) son claros: con más personas trabajando desde sus casas, la demanda se reduce. Algunos profesionales independientes golpeados por la recesión del coronavirus, tampoco pueden permitirse la visita de estos espacios. La higiene será un gran problema para las oficinas compartidas. Las empresas buscarán ahora un espacio privado y su propia puerta de entrada. Esto representa un gran desafío para los espacios de trabajo conjunto, cuya premisa se basa en el espacio compartido y la socialización.
El mayor beneficio de los espacios de trabajo conjunto antes de la pandemia eran sus contratos flexibles lo que ahora ha representado su mayor caída de ingresos. Una caída de la demanda es inevitable. Con los contratos de pago por uso, los clientes pueden simplemente optar por cancelar su membresía. A diferencia del espacio de oficina tradicional, donde puede tener un contrato de arrendamiento de cinco años, no están amarrados a un contrato difícil de cortar.
La vacancia crea un enorme problema de flujo de efectivo para los espacios de trabajo conjunto, agravadas por las cuarentenas. En 2021 habrá un aumento de la vacancia con la pérdida adicional de ingresos de arriendo diario de las salas de reuniones y los espacios para eventos. La mayor pérdida vendrá de las pequeñas y medianas empresas de 20 a 30 personas que, gracias al trabajo exitoso desde sus casas, se darán cuenta de que ya no necesitan una oficina.
La flexibilidad es la clave para la supervivencia podríamos ver el futuro del coworking como un enfoque de trabajo híbrido, donde las empresas basarán sus oficinas centrales en un espacio compartido con una capacidad limitada donde se podrá crear un sistema de rotación semanal de empleados lo que permite flexibilidad y ahorro de costos.
Podemos pensar que el trabajo futuro se pudiese divide en tres cubos después de la pandemia: una oficina central, el trabajo a distancia en nuestras casas y un espacio bajo demanda que podrían ser los espacios de trabajo conjunto e incluso hoteles en modo 2.0 que ya están pensando en espacios híbridos de alojamiento y de trabajo. Este nuevo enfoque híbrido permitirá generar un ahorro importante en arriendos de espacios y entregará máxima flexibilidad a nueva cultura del trabajo.
Esta idea parece ya no tener retorno y con la incertidumbre creada por la pandemia, las grandes empresas son más reacias al riesgo que nunca. Tener un gran edificio corporativo con oficinas privadas versus espacios de trabajo conjunto será una solución menos riesgosa que un contrato de arrendamiento de diez años en una oficina tradicional. Además, generamos una descentralización de viajes a las “antiguas” oficinas y colaboramos con la reducción de la huella de carbono.
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