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La salida económica mundial post Covid será larga, dispareja e incierta

Igual que las vacunas contra la COVID‑19, la distribución mundial de la recuperación económica durante los próximos dos años no será pareja. Pese al enorme apoyo provisto por las políticas de gobiernos y los bancos centrales, subsisten profundos riesgos económicos para las economías de países en desarrollo y mercados fronterizos con profundos problemas de deuda y para los países de bajos ingresos que adicionalmente experimentarán un aumento importante de la pobreza.


La situación sigue siendo precaria y vemos que el control del coronavirus tomará mucho más tiempo del previsto entregando un territorio más fértil al populismo. Sumemos otro ingrediente a contabilizar es que el endeudamiento mundial está en niveles récord y la normalización de las políticas promete ser desigual.


No todo es alarmante. Tenemos noticias positivas y que relatan la posibilidad que ha tenido el mundo de obtener vacunas eficaces en un tiempo récord sumado a la entrega de una inteligente respuesta monetaria y fiscal que tenderá un puente hasta el ansiado final de la pandemia. Además, la gente aprendió a convivir con el virus, con o sin ayuda de las autoridades nacionales.


Pero aunque las cifras de crecimiento en todo el mundo han resultado muchísimo mejores de lo que se esperaba en los primeros días de la pandemia, la recesión actual todavía es catastrófica. El Fondo Monetario Internacional prevé que hacia fines de 2021, la economía de Estados Unidos tendrá el mismo tamaño que en 2019 y la de China habrá crecido 10%. Europa no volverá a los niveles previos a la pandemia en 2021 ni en varios años posteriores. Algo parecido le ocurrirá a Japón, en donde además la población está disminuyendo.


Pero en el otro extremo del espectro, a muchas economías en desarrollo y emergentes les llevará muchos años regresar a las trayectorias prepandemia. El Banco Mundial calcula que cuando termine 2021, puede haber otros 150 millones de personas en la pobreza extrema como consecuencia de la pandemia de COVID‑19, en un contexto de amplia inseguridad alimentaria.


Las divergencias en los pronósticos económicos tienen mucho que ver con el cronograma de administración de las vacunas. Se espera que a mediados de este año la vacunación se encuentre extendida en las economías avanzadas y en algunos mercados emergentes, pero es probable que los habitantes de los países más pobres deban esperar incluso más allá de 2023.


Otro factor es la enorme diferencia en el apoyo macroeconómico provisto por los países ricos y los pobres. En las economías avanzadas, la combinación de aumento del gasto público y rebajas de impuestos durante la crisis de la COVID‑19 ha rondado en promedio el 13% del PIB, a lo que se suma otro 12% en provisión de préstamos y garantías. En cambio, esa misma combinación en las economías emergentes llegó a alrededor del 4% del PIB, y la provisión de préstamos y garantías suma otro 3%. Las cifras comparables en los países de bajos ingresos son 1,5% del PIB en apoyo fiscal directo y casi nada en garantías. Las deudas monumentales que se están acumulando en muchos países para evitar la quiebra masiva de empresas y las pérdidas de empleo consiguientes ya superan el 120% del PIB.

Llevará años digerir toda esta masa de nuevo endeudamiento.

En vísperas de la crisis financiera de 2008, las economías emergentes tenían balances relativamente sólidos en comparación con los países desarrollados. Pero esta crisis las encontró con una carga de deuda pública y privada muy superior, lo que las coloca mucho más vulnerables. Si no fuera por los tipos de interés casi nulos de las economías avanzadas, muchos de esos países tendrían graves problemas. Y aun así, no impidió una serie creciente de bancarrotas soberanas que incluyen a Argentina, Ecuador y Líbano.


La Fed se ha esforzado en transmitir señales de que no tiene planes de subir los tipos de interés en mucho tiempo, e incluso presentó un nuevo marco monetario que básicamente equivale a una promesa de mantener el pie en el acelerador hasta que haya un nivel extremadamente bajo de desempleo. Es una política totalmente razonable.


Pudiese suceder que si Estados Unidos alcanza sus metas de vacunación a mediados del 2021 y las mutaciones del coronavirus no se descontrolan, sería posible que la Fed empiece a hablar de una subida del tipos de interés, sobre todo si se tiene en cuenta la inmensa reserva de ahorros en poder de muchos americanos, donde muchas personas que recibieron transferencias del Estado optaron por ahorrarlas.


Las políticas expansivas en todo el mundo están ayudando a evitar daños permanentes, pero hay muchas empresas muy grandes, como las megatecnológicas que no necesitan un apoyo que está llevando la cotización de sus acciones por las nubes.


Aunque por ahora la inflación se mantenga en niveles obstinadamente bajos, una explosión de demanda suficiente puede provocar un alza que obligue a la Fed a subir los tipos de interés antes de lo planeado. Las repercusiones de esa decisión en los mercados de activos separarán al fuerte del débil, y afectarán sobre todo a los mercados emergentes.


Además, tarde o temprano las autoridades de todo el mundo tendrán que permitir más quiebras y reestructuraciones.


La recuperación es inevitable, pero no será igual para todos y lo más importante: esta crisis no se parece en nada a ninguna de las anteriores y dejará impactos estructurales duraderos.


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