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Las “ondas sísmicas” del aceite vegetal nos muestra el comienzo de una gran crisis económica mundial

Una crisis puede generar otra crisis y normalmente nacen en lugares inesperados. Por esta razón, vale la pena prestar atención a lo que está sucediendo en Sri Lanka en este momento, lo que refleja el comienzo de un problema gigante a medida que las economías emergentes enfrentan el mayor conjunto de shocks simultáneos contemplados desde la década de 1990.


La nación insular del sur de Asia presentó formalmente una solicitud de ayuda del Fondo Monetario Internacional después de que anunciara que suspendería los pagos de su deuda externa porque esencialmente necesitaba el dinero para alimentarse. La moneda del país ha bajado casi un 40% este año. Ya suspendió los pagos de la deuda externa y decidió utilizar lo que quedaba de sus reservas para cubrir las importaciones de alimentos y energía en lugar de pagar a los inversionistas. Con estas medidas, Sri Lanka se ha convertido en la primera gran víctima de los aumentos repentinos de los precios de las materias primas causados ​​por la guerra en Ucrania. Y un presagio de lo que parece probable que venga en otras economías emergentes.


Sri Lanka es un país pequeño y, por lo tanto, fácil de ignorar para los inversionistas enfocados en el panorama macro global. Muchas economías emergentes, especialmente en América Latina, son exportadores de materias primas cuyas economías se podrían beneficiar del aumento de los precios, sin embargo, la inflación de los precios de los alimentos y los combustibles son realmente solo el comienzo de la historia cuando se trata de shocks.


La crisis de los precios de los alimentos y los combustibles lleva a la gente a protestar en las calles de Sri Lanka, Perú, Túnez y otros países pobres y probablemente estas manifestaciones sean solo el comienzo. Todos deberíamos estar pensando más en una posible crisis de deuda que se está gestando en los mercados emergentes donde el FMI no tiene dudas al momento de rebajar las previsiones de crecimiento del 2022 y advierte sobre las “ondas sísmicas” que ya están repercutiendo en la economía mundial. El Banco Mundial ya anunció la creación de un fondo de 170 mil millones de dólares para ayudar a las economías frágiles para sobrellevar sus compromisos en los próximos meses.


El mundo ha tenido una pandemia, una recesión y una guerra en los últimos dos años y pareciera que nadie quiere ni ver ni oír la “real realidad”. Ya es hora de prepararse para una crisis de los mercados emergentes.

Se está formando un aluvión de problemas con la agitación provocada por el aumento de los precios de los alimentos y la energía que ya se apoderaron de Sri Lanka, Egipto, Túnez y Perú y el mundo corre el riesgo de convertirse en una debacle de deuda muy amplia y otra amenaza más para la frágil recuperación de la economía mundial de la pandemia.

El peligro se ve agravado por la campaña de ajuste monetario más agresiva en la que se ha embarcado la Reserva Federal en dos décadas. El aumento de las tasas de interés de Estados Unidos significa un aumento en los costos del servicio de la deuda para las naciones en desarrollo, justo después de que pidieron prestados miles de millones para luchar contra el covid. Agreguemos a esta realidad que la guerra en Europa está provocando un gran shock alimentario y energético. Un panorama que muestra pocas señales de terminar.

A este cóctel de riesgos debemos agregar el nuevo brote de covid-19 que bloquea varias ciudades clave en China y una creciente angustia de que Europa y Estados Unidos caigan en recesión.

El mayor incumplimiento que se avecina en las economías emergentes se encuentra en Rusia, donde la decisión de Putin de invadir Ucrania ha provocado sanciones, aislamiento económico y la promesa de pagar las deudas solo en rublos, lo que probablemente se consideraría un incumplimiento de los compromisos, lo que provocaría pérdidas para los inversionistas. El Departamento de Investigación del Banco de Rusia entregó una declaración pública sobre las perspectivas desde que comenzó la guerra y advirtió en un informe que la profundidad de la contracción puede ser bastante significativa y la trayectoria de salida puede alargarse en el tiempo porque los impactos en la oferta provocados por las sanciones serán poco probable que se desvanezcan rápidamente con expectativas de contracción para este año de más de 9% y una inflación que ya se prevé que llegará a un 22%. La desaceleración comercial se traducirá en una caída de la demanda, recortes de empleos e ingresos y no es probable que la producción nacional rusa aumente para reemplazar las importaciones. Comenzarán varios años de industrialización inversa a medida que las empresas busquen alternativas a las tecnologías interrumpidas por las sanciones donde la eficiencia tecnológica y económica de los equipos producidos será menor que los actuales. Los estándares ecológicos caerán a medida que crezcan las emisiones y los desechos.

El rublo ha pasado de ser una de las monedas de peor desempeño del mundo a una de las mejores en cuestión de semanas, sin embargo, algunos estrategas dicen que los controles de capital del Kremlin han mantenido al rublo artificialmente a flote, lo que significa que su tipo de cambio frente al dólar no refleja su poder adquisitivo en tiempo real. El repunte ha sido impulsado por los exportadores rusos que convirtieron la mayor parte de sus ganancias en el extranjero en rublos para cumplir con las medidas obligatorias. Sin embargo, algunos de esos controles se están relajando y, a medida que se acercan los meses del verano en Europa, se reducirá la demanda de exportaciones de energía y las ganancias del rublo podrían revertirse.

En China, la perspectiva de crecimiento de corto plazo se ha visto afectada por los bloqueos del covid en las principales metrópolis. Las consecuencias económicas de la crisis del omicron ya son grandes y podrían aumentar. Las ciudades y provincias actualmente bajo bloqueo total o parcial representan el 23% del PIB. En el aspecto fiscal, una fuente clave de poder de gasto, las ventas de tierras por parte de las autoridades locales, se está desmoronando y los ingresos en ese frente cayeron más del 27% en el primer trimestre. Es una certeza, que no alcanzará su objetivo de crecimiento anual por primera vez desde que se adoptó la práctica de establecer objetivos a fines de la década de 1990. El mes pasado, el gobierno fijó una meta del 5,5%. El último pronóstico de consenso que podría alcanzar es un 4.9%.

El ministro de Finanzas de Japón dijo que el dramático debilitamiento del yen frente al dólar era indeseable y que encarecía las importaciones. La moneda japonesa ha caído un 10% frente al dólar este año a un mínimo de 20 años. La presión sobre el yen está siendo causada por el creciente contraste entre las políticas monetarias de Japón y el resto del mundo rico. Mientras que la Reserva Federal y otros bancos centrales han aumentado las tasas de interés, el Banco de Japón se ha comprometido a mantenerlas bajas y a comprar una cantidad ilimitada de deuda pública.



Sri Lanka está primero en la lista de economías en caída libre. Pero no está solo. Trece países emergentes tienen bonos que cotizan al menos 1.000 puntos básicos por encima de los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Solo había seis países hace un año atrás. Los contratos financieros de derivados de deuda de los países en desarrollo se dispararon en las primeras semanas de la guerra de Ucrania, lo que muestra un temor creciente al incumplimiento. Una cantidad récord de esa deuda ahora se mantiene en los balances de los bancos locales en las economías emergentes, lo que aumenta el riesgo de un ciclo de retroalimentación, en el que los bancos se ven obligados a retirar los préstamos a medida que las economías se desaceleran y los bonos que tienen en su poder, caen. Esta situación podría conducir a un bucle fatal económico, un fenómeno en el que cada decisión que toma una organización para intentar romper un ciclo malo sirve para reforzarlo. Ejemplos tenemos en la historia cuando Rusia suspendió sus pagos en 1998 y Argentina tuvo un destino similar unos años después.


Es probable que el aumento de los costos de endeudamiento se agrave aún más, ya que los esfuerzos de la Fed para combatir la inflación interna conducen a tasas de interés más altas en los bonos del Tesoro americano, el punto de referencia para muchas economías en desarrollo. Los bancos centrales de gran parte del mundo emergente también están elevando sus propias tasas de política a medida que aumentan los precios. Otra señal de problemas en el futuro es la fila cada vez más larga de países en conversaciones de rescate con el FMI.


En Túnez, la cuna de los levantamientos de la Primavera Árabe de 2011, un gobierno con problemas de liquidez ha aumentado los precios del combustible al menos cuatro veces en los últimos 13 meses. El turismo se ha detenido y la escasez se está extendiendo en toda la cadena económica. En Egipto, el mayor importador de trigo del mundo, la desaparición del mercado de suministros de Rusia y Ucrania lo ha golpeado duramente. El mes pasado, el banco central permitió que la moneda se debilitara más del 15% en cuestión de horas y subió su tasa de referencia por primera vez en cinco años en medio de una salida gigante de divisas.


Indonesia, representa más de un tercio de las principales exportaciones de aceite vegetal, detuvo sus exportaciones en medio de una alta inflación, problemas climáticos y escasez de suministros. Agreguemos a esta ecuación, que la sequía ha reducido el tamaño de las cosechas de soya en América del Sur, el mayor productor mundial, y la sequía en Canadá redujo la producción de aceite vegetal canola, dejando la oferta mundial con casi cero disponibilidad. Aun así, y a pesar de los precios récord en general, la demanda de aceite sigue siendo alta porque son una parte esencial de las dietas en todos los países y en particular en países como India, Pakistán, Bangladesh.


Sin duda, muchas naciones en desarrollo venden más productos básicos de los que compran y se benefician del aumento de los precios siendo una bendición en regiones como América Latina, donde el real de Brasil resulta ser la moneda de mejor rendimiento del mundo este año y las exportaciones de Chile en marzo aumentaron más del 20% respecto al año anterior. Sin embargo, los exportadores de materias primas de esta región no son inmunes a los disturbios políticos: Perú, con una de las tasas de mortalidad por covid más altas del mundo, se ha visto sacudido por semanas de protestas violentas, o incluso al debilitamiento de su posición externa donde su cuenta corriente pasó de un superávit de 0,8% del PIB a fines de 2020 a un déficit de 2,8% un año después. En Colombia y Chile, los déficits se ampliaron a alrededor del 6% y 7% del PIB, respectivamente, en el último trimestre del año pasado.


En Estados Unidos, nadie duda de que la inflación es un problema de hoy. Los precios al consumidor aumentaron un 8,5% en marzo en comparación con el año anterior, un máximo de cuatro décadas. Las explicaciones del error de la Fed encajan en tres categorías relacionadas: una falta de imaginación, una trampa técnica y una inercia institucional y no vio qué tan mal podrían ponerse las cosas. La mayoría de los analistas e inversionistas solo concluían a dislocaciones provocadas por la pandemia con una demanda de bienes como automóviles y computadoras que se había disparado y desde la otra vereda, con muchas empresas que luchaban por fabricarlos y traerlos al destino final y que decía la Fed: “A medida que el covid se desvanece en un futuro, también lo hará la inflación. Con retraso, la Fed ha entrado en acción. No está claro que si con las actuales medidas le otorgaría más credibilidad o una mayor reducción de la inflación. Pero está claro que aumentará enormemente la probabilidad de una recesión. Tal como se ve la situación actual, y de acuerdo a la historia, la Fed nunca ha logrado reducir la inflación con niveles tan elevados sin inducir a una recesión. El propio Powell admitió que sería difícil lograr un aterrizaje suave.


Es difícil buscar elementos más optimistas en un mundo donde la agitación política y económica comienza a golpear los rincones más pobres de la economía y con más de 250 millones de personas que podrían verse empujadas a caer a la pobreza extrema durante 2022. Es un llamado a tener más humildad en la forma de conducir el mundo del futuro.






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