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Limitar el calentamiento global a 1,5º Celsius sigue siendo casi alcanzable

Con el calentamiento global acercándose al punto sin retorno, el mundo no puede permitirse el fracaso de la cumbre climática COP26. Pero desafiar los muchos pronósticos sombríos requerirá que los gobiernos muestren una solidaridad mucho mayor que la que han tenido al responder a la pandemia del COVID-19.


Las promesas verdes solo pueden funcionar si los gobiernos finalmente cumplen sus promesas climáticas y el panorama actual es de un fracaso masivo de credibilidad. Acelerar la transición verde requerirá que países con ideas afines formen un club climático e impongan aranceles de importación a los socios comerciales que no contribuyan al esfuerzo colectivo.


El 25 de octubre de 2021, la capitalización de mercado del fabricantes de automóviles eléctricos Tesla alcanzó un billón de dólares, lo que significa el valor combinado de los diez fabricantes mundiales de automóviles tradicionales. Este es un fuerte indicador de cómo la amenaza del cambio climático está desencadenando una transformación del mundo.


Los gobiernos, sin embargo, no están en camino de cumplir su promesa en el Acuerdo Climático de París de 2015 para limitar el calentamiento global por debajo de los dos grados Celsius en relación con los niveles preindustriales. La mayoría de los gobiernos se han comprometido a lograr emisiones netas cero para el 2050 o 2060, y planean posponer los principales esfuerzos de mitigación para después del 2030.


La raíz del problema es bien conocida. El acuerdo de París se basó en el juicio realista de que los gobiernos no podían ponerse de acuerdo sobre una asignación definida con precisión de los esfuerzos de mitigación del cambio climático y esta conclusión había surgido del colapso del Protocolo de Kioto de 1997, que implicó tal asignación pero dejó fuera a las economías emergentes, incluida China y al fracaso de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2009 en Copenhague.


Desde entonces, el mundo ha intentado un enfoque diferente con expertos evaluando los esfuerzos climáticos necesarios, gobiernos formulando compromisos y una sociedad civil que los examinaría. Nadie esperaba que las promesas iniciales fueran suficientes. Pero la esperanza era que la presión y el peso de la opinión pública más las advertencias implacables de la comunidad científica, pusieran gradualmente las políticas en el camino correcto.


No obstante, el acuerdo de París logró algo que los modelos económicos simples no podían reflejar lo que se tradujo en el inicio de un cambio de actitud empresarial el que alentó a los inversionistas y administradores de fondos a considerar el riesgo de quedarse con activos inmovilizados o un modelo comercial obsoleto. Surgieron voces agregando que los reguladores responsabilizarían a las instituciones financieras por los riesgos climáticos ocultos. Tales consideraciones generaron un impulso del sector privado hacia la descarbonización.


Las iniciativas verdes solo pueden prosperar si los gobiernos finalmente cumplen sus promesas climáticas. La mayoría de las inversiones en energía renovable, edificios energéticamente eficientes o vehículos de emisión cero requieren un precio del carbono, una regulación estricta o ambos. Los inversionistas con visión de futuro bien pueden apostar por la eventual promulgación de tales medidas solo hasta cierto punto.


Una política de descarbonización insuficientemente creíble implica costos generales más altos, ya que lleva a los inversionistas a protegerse combinando inversiones tradicionales y verdes con desequilibrios recurrentes entre la oferta y la demanda. Equilibrar una transición acelerada lejos de los combustibles fósiles es un desafío en cualquier escenario, pero aún más si las políticas futuras son inciertas. Por tanto, el actual aumento de los precios de la energía podría presagiar tiempos más difíciles.


La falta de credibilidad en la política climática refleja en parte consideraciones políticas internas, porque los gobiernos prometen simultáneamente un futuro verde y la continuación del status quo. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, carece de una mayoría en el Congreso a favor de penalizar el uso de combustibles fósiles y el presidente chino, Xi Jinping, teme poner en peligro el crecimiento económico hambriento de energía de su país.


Estas preocupaciones son comprensibles. Pero si los inversionistas concluyen que los gobiernos no se toman en serio el logro de los objetivos climáticos globales, gastarán menos en iniciativas ecológicas y el mecanismo central del acuerdo de París colapsará.


Una solución sería que los gobiernos se unieran en un mandato de fijar el precio del carbono a una institución independiente, de la misma manera que anteriormente delegaba la responsabilidad de controlar la inflación a los bancos centrales. Alternativamente, los gobiernos podrían comprometerse a pagar una multa si no se adhieren a una ruta futura determinada para el precio del carbono emitiendo certificados cuyo valor dependería de la diferencia entre los precios anunciados y reales.

La pregunta final es determinar si la ingeniería institucional o financiera podría resolver un problema profundamente político.


Sigue aumentando la evidencia de la devastación que nos espera si no abordamos el cambio climático. Las recientes inundaciones catastróficas en Asia y Europa occidental, las temperaturas récord en América del Norte y los incendios forestales devastadores en el sur de Europa, todos los cuales reflejan los desastres que los países en desarrollo han enfrentado en los últimos años, nos recuerdan que ningún país es seguro. El futuro de cada uno depende de las acciones de todos.


La perspectiva científica es desoladora. En mayo 2021, la Organización Meteorológica Mundial advirtió que existe un 40% de probabilidad de que la temperatura global media anual supere los 1,5 grados Celsius sobre los niveles preindustriales, en los próximos cinco años, y las probabilidades siguen aumentando. Esto podría desencadenar puntos de inflexión potencialmente desastrosos.


El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático - IPCC - ha preparado un gran informe sobre el cambio climático y está tomando parte en la COP26, organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Glasgow donde sus expertos están presentando las conclusiones del informe más reciente del Grupo de Trabajo I titulado Cambio Climático 2021: la base de la ciencia física y para el Día de la Información de la Tierra intervendrán con el tema “Actualizaciones sobre la observación de la Tierra del sistema climático y el cambio climático”. Lamentablemente, el mundo no está en camino de cumplir el objetivo del acuerdo climático de París de limitar el aumento de la temperatura global a 2°C por encima de los niveles preindustriales, y mucho menos del objetivo ideal de 1,5°C, para finales de siglo. Por el contrario, los números de muchos informes nos muestran que dirigimos hacia un aumento de 3°C para el 2100.


Sin embargo, no se pierde toda la esperanza. Si bien nos dirigimos hacia un punto sin retorno, no es demasiado tarde para cambiar de rumbo y avanzar hacia un camino más sostenible que nos permita prevenir los peores impactos del cambio climático. Para que el acuerdo climático de París nos lleve a la transformación necesaria, todos los países deben cooperar en su implementación. Eso significa cumplir con sus compromisos individuales y trabajar para reducir las emisiones de carbono en un 45% para 2030, desde los niveles de 2010 y lograr emisiones netas cero para 2050. Este es el cronograma que recomienda el IPCC para mantenerse por debajo del umbral de 1,5 °C.


Esta es una tarea difícil. Cada COP ha sido importante. Pero los crecientes desafíos ambientales significan que cada uno ha tenido más consecuencias que el anterior. La COP26 no es una excepción. Por el contrario, dado el impacto devastador de la pandemia de COVID-19 en las sociedades de todo el mundo y sus efectos disruptivos en nuestro proceso, lo que está en juego ha aumentado exponencialmente. Pero esta crisis también representa una poderosa oportunidad para el progreso, ya que los países buscan reconstruir mejor.


El mundo debe hacer de la COP26 un éxito. La única posibilidad de adentrarnos en un camino que nos mantendrá por debajo del umbral de 1,5°C, es una prueba de credibilidad crucial para la lucha global contra el cambio climático. Si pasamos esa prueba, se fortalecerá la confianza en nuestra capacidad colectiva para abordar los desafíos sin fronteras, como las pandemias.


Con este fin, hay muchos temas importantes que deben resolverse en la COP26, donde se destacan cuatro prioridades:


Primero, debieran cumplirse las promesas pasadas y demostrar que se han cumplido los compromisos adquiridos hasta 2020 como elemento fundamental para generar la confianza entre los países. Esto incluye el objetivo de movilizar 100.000 millones de dólares anuales para 2020 para ayudar a las economías en desarrollo en la transición verde y ofrecer apoyo en forma de creación de capacidad y transferencia de tecnología. Los países desarrollados han movilizado enormes recursos para apoyar sus economías durante la pandemia de COVID-19. Deben mostrar un nivel similar de compromiso para impulsar la transición hacia un futuro más sostenible y resistente al clima, y ​​eso significa garantizar que sus contrapartes en desarrollo tengan el apoyo necesario.


En segundo lugar, los desacuerdos pendientes sobre finanzas, transparencia, adaptación y resiliencia, pérdidas y daños, y apoyo técnico y orientación para los países en desarrollo deben resolverse, de modo que el acuerdo climático de París se pueda implementar por completo. Proteger a las personas y al planeta es más importante que cualquier desacuerdo técnico, por complejo o polémico que sea.


En tercer lugar, deben elevarse las ambiciones. Los países deben comprometerse a hacer mucho más en las tres áreas clave de la agenda climática: mitigación, adaptación y finanzas.


Finalmente, ninguna voz puede quedar desatendida y ninguna propuesta desatendida. Al abordar una crisis tan profunda como el cambio climático, todos tienen un papel que desempeñar. Una representación equilibrada de todas las regiones y grupos es esencial para una COP26 exitosa, con observadores y otras partes con iniciativas como la Asociación de Marrakech para la Acción Climática Global y la campaña Race to Zero que podrán hacer contribuciones significativas a la acción climática y promover la ambición climática a nivel mundial.


La conclusión es que dos o tres anuncios “grandes” no harán que la COP26 sea exitosa. Solo un paquete equilibrado de decisiones y acciones que refleje las expectativas, preocupaciones y necesidades de todas las partes interesadas, sin mencionar una ambición cada vez mayor, puede hacer eso.


Se ha convertido en una especie de cliché decir que los problemas globales requieren soluciones globales. Y, sin embargo, como han demostrado las crisis recientes, esto no podría ser más cierto. Desde el COVID-19 hasta el cambio climático, nadie está a salvo hasta que todos están a salvo.


El cambio climático descontrolado no es inevitable, pero si no actuamos con rapidez, lo será. Esperemos que la COP26 pueda estar a la altura de las tareas de descubrir y diseñar una estrategia global integral para abordarlo. Ahora, depende de todos los gobiernos del mundo liderar esta transformación, de las empresas y emprendedores de innovar y de nuestras sociedades unirse, al servicio de una causa común: la construcción de un futuro sustentable.

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