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Para fines de 2023 el mundo podría ver las primeras etapas de otra larga expansión económica

Actualizado: 27 dic 2022

Una recesión global es completamente evitable en el 2023 y si bien hay señales de que podríamos ver burbujas a punto de estallar, las predicciones de varios economistas sobre la economía mundial que se encamina hacia una gran recesión en el 2023, pueden parecer prematuras. Es casi seguro que se avecinan tiempos difíciles, pero la definición convencional de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo es un tema en desarrollo. Si recordamos el 2022, muchos especialistas se pasaron la mayor parte del año convenciéndose de que, si la economía mundial no estaba ya en recesión, estaba a punto de caer en una. Pero vemos ya casi al final del año que la temida recesión mundial se pospuso hasta 2023.


Claramente, los informes de que Estados Unidos estuvo en recesión durante la primera mitad del año fueron prematuros, especialmente dado lo apretado que está el mercado laboral americano. Y, a pesar de la confianza con la que muchos vuelven a proclamar la inevitabilidad de una recesión, las posibilidades de que ocurra el próximo año están muy por debajo del 100%. Vemos que de acuerdo a los aumentos de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal americana y otros bancos centrales alrededor del mundo, una probabilidad menor de que se produzca una recesión en el 2023 y mucho menos probable de que ocurra en algún momento durante los próximos dos años.


Europa, duramente golpeada por el aumento de los precios de la energía, tiene más probabilidades de entrar en una recesión y China parece estar en peor forma con los mismos problemas de Europa, un sector inmobiliario colapsado y un aumento en los casos de Covid debido a la reciente decisión del gobierno chino de reabrir la economía. Se espera que el crecimiento de China el próximo año sea mucho más lento que el ritmo histórico al que se nos hemos acostumbrado a ver durante las últimas cuatro décadas, es poco probable que su PIB se contraiga durante dos trimestres. Después de todo, ni siquiera una disminución de ocho puntos porcentuales en el crecimiento del PIB chino durante lo peor de la crisis financiera mundial de 2008, fue suficiente para hacer que su producción interna se redujera en términos absolutos.


Muchos de los problemas económicos actuales en muchos países son auto infligidos debido a sus propios errores de política que han sido tan dañinos como predecibles. Entre 2011 y 2021, Europa profundizó innecesariamente su dependencia del gas natural ruso, dejándola extremadamente vulnerable cuando el Kremlin lanzó su guerra contra Ucrania. Del mismo modo, la política de cero covid de China tuvo un alto costo económico, mientras que la ausencia de un plan sobre cómo aliviar las restricciones pandémicas significó que la estrategia de contención de China simplemente pospuso las muertes por la enfermedad. Estados Unidos ha cometido numerosos errores como renunciar voluntariamente a su liderazgo en el orden internacional liberal e ignorar la Organización Mundial del Comercio y los marcos comerciales que sus miembros negociaron durante muchos años.


Si bien los efectos adversos esperados de las tasas de interés más altas aún no son evidentes, hay señales de que la burbuja finalmente ha estallado. Los precios de las acciones americanas alcanzaron su punto máximo en enero de 2022 y han tenido una tendencia a la baja desde entonces. Los bonos, los bienes raíces y los activos de los mercados emergentes también bajaron durante el año 2022.


Si bien el 2023 será difícil para la economía mundial, la caída que se avecina probablemente no debería calificarse como una recesión, incluso considerando que el criterio de dos trimestres consecutivos es demasiado estrecho. El crecimiento global en el período de posguerra rara vez ha caído por debajo de cero durante un solo trimestre, y mucho menos dos. Según esa medida, las severas recesiones inducidas por la crisis del petróleo de 1974 y 1981 no calificaron como recesiones globales. En tiempos de aparente recesión, el crecimiento positivo entre las economías emergentes tiende a compensar el crecimiento negativo de las economías avanzadas, con las dos excepciones notables de la crisis financiera mundial de 2008 y la crisis del covid de 2020.


Si definimos una recesión global como una disminución del crecimiento del PIB por debajo del 2,5 % por dos trimestres seguidos, una recesión global en el 2023 no es una conclusión inevitable. Pero también es completamente evitable.

La fragmentación de la economía mundial marcará en el 2023 un probable final de una era caracterizada por una creciente integración a través del comercio y las finanzas. Enfrentados a una crisis de deuda que es en parte el resultado de flujos de cartera no regulados y volátiles, los países de ingresos bajos y medianos podrían imponer controles de capital más efectivos ya que después de cuatro décadas de fomentar la integración a través del comercio y las finanzas, la economía mundial ha iniciado un doloroso proceso de fragmentación.


La fractura del comercio mundial podría presagiar la fragmentación de los mercados internacionales de capital. Los bloqueos y cierres relacionados con el covid interrumpieron las cadenas de suministro globales y cerraron los principales centros de producción, especialmente en China. De manera similar, la guerra en Ucrania alteró las rutas comerciales y obligó a los países occidentales a encontrar proveedores alternativos de importantes productos básicos como el petróleo, el gas, el trigo y los fertilizantes. Las sanciones impuestas por Occidente a Rusia obstaculizaron aún más el comercio y aumentaron considerablemente los precios de los alimentos y la energía.


Pero si bien el comercio mundial podría fragmentarse aún más si las principales economías adoptan políticas proteccionistas como los impuestos sobre el carbono, los mercados financieros permanecen aun fuertemente integrados. Los flujos de capital transfronterizos siguen sin estar regulados en gran medida y son más volátiles que nunca. Es una combinación que actualmente está demostrando ser letal para muchos países de ingresos bajos y medianos. La liberalización de las cuentas de capital de los países emergentes dio lugar a grandes entradas de dinero especulativo con capital financiero privado impulsado no tanto por las perspectivas económicas de los países en desarrollo, sino como por las políticas macroeconómicas de los países desarrollados.


Los agentes financieros tomaron préstamos baratos en dólares y prestaron en moneda extranjera a los países en desarrollo o invirtieron en los mercados de moneda local. Las entradas de capital provocaron mayores diferenciales de tipos de interés y una apreciación de la moneda, lo que hizo que las operaciones de compraventa de divisas por la que un inversionista vende una cierta divisa con una tasa de interés relativamente baja y compra otra diferente con una tasa de interés más alta, fueran especialmente lucrativas. Las entradas de capital especulativo, a menudo mantenidas como reservas e invertidas en activos en dólares de bajo rendimiento, han hecho que las economías emergentes y en desarrollo sean vulnerables a la fuga de capitales.


Los rápidos aumentos de las tasas de interés en Estados Unidos y la Unión Europea han agravado la carga de la deuda externa de los países emergentes, obligándolos a aumentar las tasas de interés de manera aún más agresiva que las economías avanzadas y obstaculizando su recuperación de la pandemia. En lugar de imitar el enfoque ineficaz de los países desarrollados, los países en desarrollo deberán introducir políticas adaptadas a sus necesidades y economías políticas específicas que podrían incluir desde el control de los precios de sus productos básicos clave, el aumento de la producción nacional para aliviar la escasez crítica, hasta la garantía de protección social para los nuevos desempleados y la población más afectada por la alta inflación.


Podríamos ver a muchos países en desarrollo introduciendo controles de capital más efectivos con la imposición de restricciones a los flujos de cartera volátiles, en particular los que contribuyen a la depreciación de la moneda, como elemento crucial para mitigar los riesgos asociados con la globalización financiera. Dado que la mayoría de los países en desarrollo no pueden darse el lujo de actuar por sí mismos, la cooperación regional también será fundamental y podrían aparecer varias formas innovadoras de financiamiento y pagos de intercambio entre los países emergentes para contrarrestar el dominio financiero de las economías avanzadas. Si el comercio entre estas economías crece rápidamente, los flujos se liquidarán en sus propias monedas o mediante mecanismos monetarios regionales. Incluso, dichos mecanismos también podrían ayudar a negociar acuerdos de reestructuración de la deuda, brindar un seguro financiero a nivel regional e incluso establecer fondos de estabilización para mejorar las posiciones de activos externos de los países.


Un elemento más a los ingredientes de la receta para 2023 será el impuesto fronterizo sobre el carbono, un gravamen que afectará a los productos intensivos en CO2 que ingresen a la Unión Europea, como el acero, el cemento, los fertilizantes, el aluminio y la electricidad donde las empresas que importen estos bienes tendrán que comprar certificados para cubrir el costo del CO2 emitido durante el proceso de fabricación. La nueva medida se llama Mecanismo de Ajuste Fronterizo de Carbono (CBAM) y la fase de prueba comenzará en octubre de 2023 y tiene como objetivo nivelar el campo de juego para las industrias de Europa que ya tienen que pagar por la contaminación que emiten.


Se suponía que la globalización marcaría el comienzo de una era de sólido crecimiento y estabilidad fiscal en el mundo en desarrollo. Terminó haciendo lo contrario. Pase lo que pase ahora, no estamos volviendo a la tendencia de décadas de tasas a la baja. Y cómo eso afectará los precios de los activos en las próximas décadas es de vital importancia para los planes de inversión a largo plazo.


2023 será otro año desafiante para la economía mundial, con la inflación subyacente estando elevada y con la respuesta de los bancos centrales ejerciendo una presión adicional sobre la actividad económica. Los precios de las acciones y las materias primas podrán caer aún más a medida que la desaceleración del crecimiento mundial frene la demanda. Sin embargo, mirando más hacia adelante, si los bancos centrales controlan con éxito la inflación, para fines de 2023 el mundo podría estar entrando en las primeras etapas de otra larga expansión económica.


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