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El triángulo asiático de Biden con Japón y China

La alianza que tienen Japón y Estados Unidos es muy importante para el mundo, ya que se necesitan mutuamente más que nunca, para tanto para equilibrar el poder de China y a la vez, cooperar con China en las áreas del cambio climático y la biodiversidad y trabajar hacia un orden económico internacional basado en reglas.

La forma en que Joe Biden maneje a China será uno de los temas definitorios de su presidencia. Hereda una relación chino-americana que se encuentra en su punto más bajo en 50 años. Algunas personas culpan de esto a su predecesor, Donald Trump, pero solo merece la culpa de echar combustible al fuego. Fueron los líderes de China quienes encendieron las llamas de esta fogata hace ya muchos años antes.

El mundo post-pandémico no mantendrá el statu quo. Debemos utilizar todos los foros apropiados y las oportunidades disponibles para construir un mundo mejor promoviendo la causa de la cooperación internacional.

Durante la última década, los líderes chinos abandonaron la política moderada de Deng Xiaoping y se volvieron más asertivos con la construcción y militarización de islas artificiales en el Mar de China Meridional, la intrusión en aguas cercanas a Japón y Taiwán, el lanzamiento de incursiones armadas en la India a lo largo de la frontera del Himalaya y la coacción económica de Australia cuando se atrevió a criticar a China.


En cuanto al comercio, China inclinó el campo de juego al subsidiar empresas estatales y obligar a las empresas extranjeras a transferir propiedad intelectual a socios chinos. Trump respondió con torpeza con aranceles a los aliados y a China, pero tuvo un fuerte apoyo bipartidista cuando excluyó a empresas como Huawei, cuyos planes para construir redes 5G representaban una amenaza para la seguridad.


Sin embargo, al mismo tiempo, Estados Unidos y China siguen siendo interdependientes, tanto en lo económico como en lo ecológico y trascienden la relación bilateral donde lamentablemente, Estados Unidos no puede desvincular completamente su economía de China sin enormes costos.


Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética casi no tuvieron interdependencia económica. Al contrario, el comercio entre Estados Unidos y China asciende a 500.000 millones de dólares anuales y ambos países participan en intercambios de estudiantes. Y lo más preocupante es que China ha aprendido a aprovechar el poder de los mercados para ejercer un control autoritario de formas y maneras que los soviéticos nunca llegaron a tener con una China que actualmente es socio comercial de más países que Estados Unidos.


La riqueza combinada de las democracias desarrolladas de Estados Unidos, Japón y Europa supera con creces la riqueza de China.


Las administraciones americanas alguna vez esperaron que China se convirtiera en un actor responsable en el orden internacional. Pero el presidente Xi Jinping ha llevado a su país en una dirección más conflictiva. Hace una generación, Estados Unidos apoyó la membresía de China en la Organización Mundial del Comercio, pero hubo poca reciprocidad y por el contrario, China inclinó el campo de juego siempre a su favor.


La política de Clinton en China ofreció compromiso, pero también cubrió esa apuesta reafirmando su relación de seguridad con Japón como la clave para manejar el ascenso geopolítico de China. Había tres potencias principales en el este de Asia, y si Estados Unidos permanecía alineado con Japón, los dos países podrían moldear el entorno en el que creció el poder de China.


Además, si China trató de empujar a Estados Unidos más allá de la primera cadena de islas como parte de una estrategia militar para expulsarlo de la región, Japón, que constituye la parte más importante de esa cadena, seguía dispuesto a contribuir con el generoso apoyo del país anfitrión a la región que acoge a 50.000 soldados americanos basados en esa zona geográfica.


Japón, como muchos otros países asiáticos, no quiere ser dominado por China y está asumiendo un papel de liderazgo en este sector del mundo, estableciendo la agenda regional, defendiendo los acuerdos de libre comercio y bastante cooperación multilateral, e implementando nuevas estrategias para dar forma a un orden regional.


Afortunadamente, es probable que este liderazgo regional continúe bajo el primer ministro Yoshihide Suga (1). Los intereses comunes y los valores democráticos compartidos continúan formando la base de la alianza con Estados Unidos y las encuestas de opinión pública en Japón muestran que la confianza hacia Estados Unidos nunca ha sido tan alta. No es de sorprender que una de las primeras llamadas de Biden a los líderes extranjeros después de su investidura fuera a Suga, para asegurarle el compromiso continuo de Estados Unidos con la asociación estratégica con Japón.


A medida que la administración Biden desarrolle su estrategia para hacer frente a la continua presencia de China en la región, la alianza con Japón seguirá siendo una de sus principales prioridades. Agreguemos a esta ecuación el nuevo gobierno militar Myanmar (2) y esperar a ver hacia donde se carga la mesa.





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