Cada dÃa, más personas operan en Internet en busca de bienes, servicios y empleos y las plataformas en lÃnea han dado lugar a numerosos mercados virtuales.
En la Cuarta Revolución Industrial, los elementos tangibles e intangibles de la economÃa actual pueden coexistir y crear nuevas sinergias productivas. El lado tangible de la economÃa proporciona la infraestructura sobre la que sostienen la automatización, la fabricación y las complejas redes comerciales, y el lado intangible en el cual se encuentran la logÃstica, las comunicaciones y otras aplicaciones de software, asà como el Big Data permite que estos procesos alcancen una eficiencia óptima.
La economÃa tangible es un requisito previo para la economÃa intangible. A través de la digitalización, los tangibles pueden convertirse en intangibles y luego superar las limitaciones tradicionales en cuanto a la escala y la creación de valor. Si bien este proceso es muy transaccional y requiere una gran cantidad de capital, hasta ahora ha sido un mecanismo positivo para el crecimiento, ya que ha proporcionado cierta equidad de oportunidades tanto para los paÃses pequeños como para los grandes.
En esta Cuarta Revolución Industrial, el desacoplamiento de los sectores digital y real de la economÃa ha generado que las empresas digitalmente nativas que se beneficiaron de la suspensión de los factores tradicionales de producción han estado creciendo incluso más rápido que antes de la pandemia del COVID-19.
Al situarse los activos de la economÃa real muy por debajo de los activos financieros digitales, ha surgido una recuperación corporativa en forma de K. Las empresas digitales pueden crecer aparentemente sin lÃmites, mientras que el crecimiento de las otras empresas sigue circunscrito por las condiciones finitas en las que operan. Esta tendencia no sólo desafÃa los supuestos sobre la creación de valor, sino que también nos empujan hacia un escenario en el que las polÃticas gubernamentales dirigidas a redistribuir el valor ya no se constituirán en opciones plausibles.
Será importante, a nivel mundial, que los gobiernos puedan generar planes de subvenciones y subsidios estatales que pueden utilizarse para promover la difusión tecnológica y para cerrar la brecha tecnológica entre las plataformas y las pequeñas y medianas empresas. En lugar de esperar que el mercado proporcione un acceso equitativo a tecnologÃas, como por ejemplo acceso a la inteligencia artificial, los gobiernos del mundo debiesen financiar programas que lleguen directamente a las empresas pequeñas y medianas. Si bien esos desembolsos aumentarÃan la deuda pública en el corto plazo, esos costos se verÃan compensados por la mayor productividad que se producirÃa mediante una distribución más equilibrada del poder económico.
También debiésemos estar ya trabajando en una dirección al logro de un modelo de innovación más ágil y con múltiples partes interesadas, de modo que se aborden las preocupaciones sobre inclusión y representación sin restringir el ritmo del avance tecnológico. El objetivo, en este punto, deberÃa ser reducir las tensiones entre ganadores y perdedores a lo largo de las nuevas cadenas de valor de la economÃa de plataformas y demostrar que una representación adecuada de los intereses de las partes interesadas permite que los encargados de la formulación de polÃticas mitiguen los daños y las consecuencias adversas no deseadas de nuevas tecnologÃas, sin que se tenga que sacrificar la velocidad o la flexibilidad.
El mundo post-pandémico se caracterizará por una economÃa que avanzará zigzagueando de manera vacilante, por un temor generalizado sobre el futuro y una creciente toma de conciencia sobre cómo ha cambiado la vida económica.
Si se dan las condiciones adecuadas, la difusión tecnológica y la innovación de múltiples partes interesadas, se podrÃan reducir la dependencia de las personas con respecto a las multinacionales que han estado configurando los términos y condiciones de la tecnologÃa en su propio beneficio.
Hay muchas formas de garantizar que la revolución digital beneficie a muchos y estas formas requerirán que reconsideremos cómo buscamos la innovación y cómo creamos valor en el siglo 21.